Eso ni es nuevo ni es pecado, y quizá la diferencia es que en otras ocasiones lo que se hacia era identificar a los candidatos por los que no se debía votar, por sus posiciones a favor del aborto y de otros temas reñidos con principios y valores de gran arraigo social. Algunos críticos del documento, de 69 páginas, quisieron restarle importancia al mismo, alegando que lo que diga un sacerdote no es la posición de la Iglesia como institución, porque quien tiene potestad para hablar en nombre de esta es la Conferencia del Episcopado Dominicano, a través de sus Cartas Pastorales.
Pero esta es una verdad a medias, porque, justamente, el padre Manuel Ruíz, de la escuela del cardenal López Rodríguez, no es hombre de perderse en lo claro y no iba hacer ni sugerir nada para lo cual no estuviera autorizado.
Y, efectivamente, como secretario de la Comisión de Vida del Episcopado Dominicano, lo primero que hizo con el trabajo en equipo de “ubicación de aliados” fue enviárselo a monseñor Ozoria, quien le diera el “visto bueno” para hacerlo circular entre la feligresía de distintas parroquias, como ha estado ocurriendo. Lo condenable fuera que la iglesia (error ya superado) se involucrara en tareas conspirativas y de golpes de Estado, como ocurrió contra el gobierno de Bosch en el 1963, o que luzca pasiva o “muda” ante las críticas y presiones inmerecidas de organismos internacionales contra el país.
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